domingo, 1 de julio de 2012

1ero de Enero de 1924, Osip Mandelstam/1 Января 1924, Осипа Мандельштама

Anonada cuánta historia, cuánto dolor puede haber detrás de un poema de una época terrible. Escribir sobre el siglo -realmente escribir, no redactar panfletos- es el más grande peso que las palabras pueden acarrear sobre sí. Una palabra describe perfectamente la sensación de llegársele tan de cerca a un poema de Mandelstam de la estatura del que les presento hoy, y es veneración. Sólo la literatura puede transmitir tan fielmente la realidad de un momento como ese: es como recibir una carta de un antepasado. Tenerla en las manos tiende una red entre los siglos.

Una encrucijada histórica aquella en la que se encontraba Rusia ese 1ero de enero de 1924: se había redactado la Constitución Comunista el verano anterior, la que sería aprobada ese año que empezaba, en el que Lenin moriría, veinte días más tarde; luego de la Guerra Mundial y la Civil, tan indiferenciadas, el Ejército Rojo había retomado el control del país y había nacido la URSS.

Mandelstam, quien se encontraba en su propia encrucijada, se debatía entre “sentirse un deudor de la Revolución, pero le presento unos dones que ella por el momento no necesita”1 , como escribió en 1928, poco antes de entrar en un doloroso silencio literario de casi 5 años 2 , que aquí se prefigura (“cuánto dolor buscar la palabra perdida”) y ser fiel a sí mismo, no sacrificando su individualidad (de la que Akhmátova escribió: “poco en él era lineal”3 ). Se sentía inútil y ajeno. "El artista por naturaleza es un médico, un sanador. Pero si no sana a nadie ¿a quién y para qué sirve?4", escribió, y en este poema: “en la sangre sabiendo: tribu desconocida / para la que hierbas sales a buscar.”

El silencio editorial fue mucho más largo: luego de la edición de sus poemas en 1928, no se publicó en Rusia otro libro de Mandelstam hasta casi medio siglo después, en 19735 . Como él mismo escribió: “quisieron, como un grano de polvo, soplarme6”, pero quienes conocemos su dolorosa historia sabemos que hicieron mucho más que eso.

Se lee en una carta suya de la primavera de 1937, antes de su segundo y definitivo arresto: “He sido colocado en la posición de un perro, soy una sombra. No existo. Sólo tengo el derecho de morir.7

(Todas las citas fueron tomadas del prólogo escrito por Leonid Bykov para la edición rusa de la Antología de Osip Mandelstam: Stijotvoreniya, Editorial Sredne-Uralskoe, Ekaterimburgo 1998).

1. Op. cit. pág. 21
2. Ibid.
3. Op. cit. pág. 15
4. Op. cit. pág. 21
5. Ibid.
6. Ibid.
7. Op cit. pág. 23

1ero de Enero de 1924

A quien la era besó en la sien extenuada
más tarde, para ese, con ternura de hijo,
la hora de acostarse bien será recordada:
bajo una ventana, sobre un montón de trigo.
A quien el siglo alzó los párpados dolidos
-sus ojos, manzanas, círculos soñolientos-
eternamente oirá el rugir de los ríos
de los engañosos y de los sordos tiempos.

Dos manzanas soñolientas tiene el siglo-soberano
y una boca magnífica de arcilla,
pero del hijo mayor, ante la adormeciente mano,
muriendo el siglo cae de rodillas.
Cada día, de la vida el expirar se debilita,
un poco más y te la arrancarán.
Una canción simple sobre ofensas de arcilla
y de estaño la boca te llenarán.

¡Oh, vida de barro!¡Oh, muerte del siglo!
Sólo te entenderá, me temo yo,
ese, el de la sonrisa sin auxilio
de aquel que a sí mismo se perdió.
Cuánto dolor buscar la palabra perdida
y los dolorosos párpados alzar
en la sangre sabiendo: tribu desconocida
para la que hierbas sales a buscar.

Siglo. En la sangre del hijo enfermo, de cal la capa
se endurece. Cual caja de madera, Moscú duerme.
Y, adónde, del siglo-soberano, huir, no se halla…
La nieve huele a manzana, como antiguamente.
Desde mi dintel correr quisiera
¿A dónde? La calle oscura está.
Como a un empedrado sal le riegan,
empalideciendo la conciencia va.

Por esquinas, callejas, interminables cuadras,
acomodado a medias, no muy lejos,
yo, el viajero de turno, cubierto en piel de rana,
la manta me abotono, con esfuerzo.
Brilla una calle, otra le sucede;
el crujir de manzana, el ruido congelado
de un trineo: el ojal que no cede
y siempre se resbala de las manos.

Qué herramienta, qué hierro, en la noche de invierno
en las calles de Moscú, retumba hasta el agobio:
o martillan pescado, o vapor va saliendo
de rosadas teteras, como el plateado gobio.
Moscú, otra vez Moscú. Me apresto a saludar:
 “-No se disculpe más, ya no tiene importancia,
pues yo, igual que antes, respeto la hermandad
del lúcido juicio y de la fuerte helada.”

Frambuesa de botica en la nieve se enciende,
lejos se oye el escribir de una máquina.
La espalda de un cochero y medio arshín* de nieve:
¿Qué más quieres? No te tocan, ni matan.
Está hermoso el invierno, la cabra está en el cielo
-sus estrellas regadas que como leche brillan-
las cuchillas heladas contra el caballar pelo
rozan y el cuerpo tiembla y chilla.

Calles manchadas de hollín de querosén se tragan
frambüesa, hielo, nieve;
sonatina soviética que se descascara
recordando el año veinte.
¿A la calumnia infame me abandono acaso
-huele la nieve otra vez a manzana -,
traicionando el juramento al cuarto estado
y esa promesa, enorme, hasta las lágrimas?

¿A quién más matarás?¿A quién darás la gloria?
¿Cuál gran mentira ahora inventarás?
De la máquina es cartílago: arráncale las teclas
y espina de pescado encontrarás;
y la capa de cal en la sangre del hijo enfermo
se derretirá, y la risa brotará gozosa…
pero la sonatina simple de escribidoras máquinas
de aquellas sonatas poderosas es apenas la sombra.

1924, 1937

Nota del traductor:

*Arshín: antigua medida rusa, equivalente a 0.70 m.


Original:  


1 ЯНВАРЯ 1924

Кто время целовал в измученное темя, —
С сыновьей нежностью потом
Он будет вспоминать, как спать ложилось время
В сугроб пшеничный за окном.
Кто веку поднимал болезненные веки —
Два сонных яблока больших, —
Он слышит вечно шум — когда взревели реки
Времен обманных и глухих.

Два сонных яблока у века-властелина
И глиняный прекрасный рот,
Но к млеющей руке стареющего сына
Он, умирая, припадет.
Я знаю, с каждым днем слабеет жизни выдох,
Еще немного — оборвут
Простую песенку о глиняных обидах
И губы оловом зальют.

О, глиняная жизнь! О, умиранье века!
Боюсь, лишь тот поймет тебя,
В ком беспомощная улыбка человека,
Который потерял себя.
Какая боль — искать потерянное слово,
Больные веки поднимать
И с известью в крови для племени чужого
Ночные травы собирать.

Век. Известковый слой в крови больного сына
Твердеет. Спит Москва, как деревянный ларь,
И некуда бежать от века-властелина...
Снег пахнет яблоком, как встарь.
Мне хочется бежать от моего порога.
Куда? На улице темно,
И, словно сыплют соль мощеною дорогой,
Белеет совесть предо мной.

По переулочкам, скворешням и застрехам,
Недалеко, собравшись как-нибудь, —
Я, рядовой седок, укрывшись рыбьим мехом,
Все силюсь полость застегнуть.
Мелькает улица, другая,
И яблоком хрустит саней морозный звук,
Не поддается петелька тугая,
Все время валится из рук.

Каким железным скобяным товаром
Ночь зимняя гремит по улицам Москвы,
То мерзлой рыбою стучит, то хлещет паром
Из чайных розовых — как серебром плотвы.
Москва — опять Москва. Я говорю ей: здравствуй!
Не обессудь, теперь уж не беда,
По старине я принимаю братство
Мороза крепкого и щучьего суда.

Пылает на снегу аптечная малина,
И где-то щелкнул ундервуд,
Спина извозчика и снег на пол-аршина:
Чего тебе еще? Не тронут, не убьют.
Зима-красавица, и в звездах небо козье
Рассыпалось и молоком горит,
И конским волосом о мерзлые полозья
Вся полость трется и звенит.

А переулочки коптили керосинкой,
Глотали снег, малину, лед,
Все шелушиться им советской сонатинкой,
Двадцатый вспоминая год.
Ужели я предам позорному злословью —
Вновь пахнет яблоком мороз —
Присягу чудную четвертому сословью
И клятвы крупные до слез?


Кого еще убьешь? Кого еще прославишь?
Какую выдумаешь ложь?
То ундервуда хрящ: скорее вырви клавиш —
И щучью косточку найдешь;
И известковый слой в крови больного сына
Растает, и блаженный брызнет смех...
Но пишущих машин простая сонатина —
Лишь тень сонат могучих тех.

 1924, 1937