Anonada
cuánta historia, cuánto dolor puede haber detrás de un poema de una época
terrible. Escribir sobre el siglo -realmente escribir, no redactar panfletos-
es el más grande peso que las palabras pueden acarrear sobre sí. Una palabra
describe perfectamente la sensación de llegársele tan de cerca a un poema de
Mandelstam de la estatura del que les presento hoy, y es veneración. Sólo la
literatura puede transmitir tan fielmente la realidad de un momento como ese:
es como recibir una carta de un antepasado. Tenerla en las manos tiende una red
entre los siglos.
Una
encrucijada histórica aquella en la que se encontraba Rusia ese 1ero de enero
de 1924: se había redactado la Constitución Comunista el verano anterior, la
que sería aprobada ese año que empezaba, en el que Lenin moriría, veinte días
más tarde; luego de la Guerra Mundial y la Civil, tan indiferenciadas, el
Ejército Rojo había retomado el control del país y había nacido la URSS.
Mandelstam,
quien se encontraba en su propia encrucijada, se debatía entre “sentirse un
deudor de la Revolución, pero le presento unos dones que ella por el momento no
necesita”1 , como
escribió en 1928, poco antes de entrar en un doloroso silencio literario de
casi 5 años 2 , que aquí se prefigura (“cuánto
dolor buscar la palabra perdida”) y ser fiel a sí mismo, no sacrificando
su individualidad (de la que Akhmátova escribió: “poco en él era lineal”3 ). Se sentía inútil y ajeno.
"El artista por naturaleza es un médico, un sanador. Pero si no sana a
nadie ¿a quién y para qué sirve?4", escribió, y en este poema:
“en la sangre sabiendo: tribu desconocida / para la que hierbas sales a
buscar.”
El
silencio editorial fue mucho más largo: luego de la edición de sus poemas en
1928, no se publicó en Rusia otro libro de Mandelstam hasta casi medio siglo
después, en 19735 .
Como él mismo escribió: “quisieron, como un grano de polvo, soplarme6”,
pero quienes conocemos su dolorosa historia sabemos que hicieron mucho más que
eso.
Se lee
en una carta suya de la primavera de 1937, antes de su segundo y definitivo
arresto: “He sido colocado en la posición de un perro, soy una sombra. No
existo. Sólo tengo el derecho de morir.7”
(Todas
las citas fueron tomadas del prólogo escrito por Leonid Bykov para la edición
rusa de la Antología de Osip Mandelstam: Stijotvoreniya, Editorial
Sredne-Uralskoe, Ekaterimburgo 1998).
1. Op.
cit. pág. 21
2. Ibid.
3. Op. cit. pág. 15
4. Op. cit. pág. 21
5. Ibid.
6. Ibid.
7. Op cit. pág. 23
1ero de
Enero de 1924
A quien la era besó en la sien
extenuada
más
tarde, para ese, con ternura de hijo,
la hora
de acostarse bien será recordada:
bajo
una ventana, sobre un montón de trigo.
A quien
el siglo alzó los párpados dolidos
-sus
ojos, manzanas, círculos soñolientos-
eternamente
oirá el rugir de los ríos
de los
engañosos y de los sordos tiempos.
Dos manzanas soñolientas tiene
el siglo-soberano
y una
boca magnífica de arcilla,
pero
del hijo mayor, ante la adormeciente mano,
muriendo
el siglo cae de rodillas.
Cada
día, de la vida el expirar se debilita,
un poco
más y te la arrancarán.
Una
canción simple sobre ofensas de arcilla
y de
estaño la boca te llenarán.
¡Oh, vida de barro!¡Oh, muerte
del siglo!
Sólo te
entenderá, me temo yo,
ese, el
de la sonrisa sin auxilio
de
aquel que a sí mismo se perdió.
Cuánto
dolor buscar la palabra perdida
y los
dolorosos párpados alzar
en la
sangre sabiendo: tribu desconocida
para la
que hierbas sales a buscar.
Siglo. En la sangre del hijo
enfermo, de cal la capa
se
endurece. Cual caja de madera, Moscú duerme.
Y,
adónde, del siglo-soberano, huir, no se halla…
La
nieve huele a manzana, como antiguamente.
Desde
mi dintel correr quisiera
¿A
dónde? La calle oscura está.
Como a
un empedrado sal le riegan,
empalideciendo
la conciencia va.
Por esquinas, callejas,
interminables cuadras,
acomodado
a medias, no muy lejos,
yo, el
viajero de turno, cubierto en piel de rana,
la
manta me abotono, con esfuerzo.
Brilla
una calle, otra le sucede;
el
crujir de manzana, el ruido congelado
de un
trineo: el ojal que no cede
y
siempre se resbala de las manos.
Qué herramienta, qué hierro, en
la noche de invierno
en las
calles de Moscú, retumba hasta el agobio:
o
martillan pescado, o vapor va saliendo
de
rosadas teteras, como el plateado gobio.
Moscú,
otra vez Moscú. Me apresto a saludar:
“-No se disculpe más, ya no tiene importancia,
pues
yo, igual que antes, respeto la hermandad
del
lúcido juicio y de la fuerte helada.”
Frambuesa de botica en la nieve
se enciende,
lejos
se oye el escribir de una máquina.
La
espalda de un cochero y medio arshín* de nieve:
¿Qué
más quieres? No te tocan, ni matan.
Está
hermoso el invierno, la cabra está en el cielo
-sus
estrellas regadas que como leche brillan-
las
cuchillas heladas contra el caballar pelo
rozan y
el cuerpo tiembla y chilla.
Calles manchadas de hollín de
querosén se tragan
frambüesa,
hielo, nieve;
sonatina
soviética que se descascara
recordando
el año veinte.
¿A la
calumnia infame me abandono acaso
-huele
la nieve otra vez a manzana -,
traicionando
el juramento al cuarto estado
y esa
promesa, enorme, hasta las lágrimas?
¿A quién más matarás?¿A quién
darás la gloria?
¿Cuál
gran mentira ahora inventarás?
De la
máquina es cartílago: arráncale las teclas
y
espina de pescado encontrarás;
y la
capa de cal en la sangre del hijo enfermo
se
derretirá, y la risa brotará gozosa…
pero la
sonatina simple de escribidoras máquinas
de
aquellas sonatas poderosas es apenas la sombra.
1924, 1937
Nota del traductor:
*Arshín: antigua medida rusa,
equivalente a 0.70 m.
Original:
1 ЯНВАРЯ 1924
Кто время целовал в измученное темя, —
С сыновьей нежностью потом
Он будет вспоминать, как спать ложилось время
В сугроб пшеничный за окном.
Кто веку поднимал болезненные веки —
Два сонных яблока больших, —
Он слышит вечно шум — когда взревели реки
Времен обманных и глухих.
Два сонных яблока у века-властелина
И глиняный прекрасный рот,
Но к млеющей руке стареющего сына
Он, умирая, припадет.
Я знаю, с каждым днем слабеет жизни выдох,
Еще немного — оборвут
Простую песенку о глиняных обидах
И губы оловом зальют.
О, глиняная жизнь! О, умиранье века!
Боюсь, лишь тот поймет тебя,
В ком беспомощная улыбка человека,
Который потерял себя.
Какая боль — искать потерянное слово,
Больные веки поднимать
И с известью в крови для племени чужого
Ночные травы собирать.
Век. Известковый слой в крови больного сына
Твердеет. Спит Москва, как деревянный ларь,
И некуда бежать от века-властелина...
Снег пахнет яблоком, как встарь.
Мне хочется бежать от моего порога.
Куда? На улице темно,
И, словно сыплют соль мощеною дорогой,
Белеет совесть предо мной.
По переулочкам, скворешням и застрехам,
Недалеко, собравшись как-нибудь, —
Я, рядовой седок, укрывшись рыбьим мехом,
Все силюсь полость застегнуть.
Мелькает улица, другая,
И яблоком хрустит саней морозный звук,
Не поддается петелька тугая,
Все время валится из рук.
Каким железным скобяным товаром
Ночь зимняя гремит по улицам Москвы,
То мерзлой рыбою стучит, то хлещет паром
Из чайных розовых — как серебром плотвы.
Москва — опять Москва. Я говорю ей: здравствуй!
Не обессудь, теперь уж не беда,
По старине я принимаю братство
Мороза крепкого и щучьего суда.
Пылает на снегу аптечная малина,
И где-то щелкнул ундервуд,
Спина извозчика и снег на пол-аршина:
Чего тебе еще? Не тронут, не убьют.
Зима-красавица, и в звездах небо козье
Рассыпалось и молоком горит,
И конским волосом о мерзлые полозья
Вся полость трется и звенит.
А переулочки коптили керосинкой,
Глотали снег, малину, лед,
Все шелушиться им советской сонатинкой,
Двадцатый вспоминая год.
Ужели я предам позорному злословью —
Вновь пахнет яблоком мороз —
Присягу чудную четвертому сословью
И клятвы крупные до слез?
Кого
еще убьешь? Кого еще прославишь?
Какую выдумаешь ложь?
То ундервуда хрящ: скорее вырви клавиш —
И щучью косточку найдешь;
И известковый слой в крови больного сына
Растает, и блаженный брызнет смех...
Но пишущих машин простая сонатина —
Лишь тень сонат могучих тех.
1924, 1937
No hay comentarios:
Publicar un comentario